Hay personas a las que muchos alaban y reconocen, aplauden e idealizan, pero aunque parece que todo el mundo las adora, pocos se toman realmente la molestia de conocerlas en profundidad. Y así convierten a los que son objeto de sus alabanzas y aplausos en figuras simbólicas, en iconos más que en personas reales, porque se les admira pero no siempre se les aprecia plenamente o de verdad.
Esto tiene un nombre y se conoce como el síndrome de Marilyn Monroe, que toma su nombre precisamente de la actriz de Hollywood cuyo nombre real era Norma Jeane Mortenson, una estadounidense que se convirtió en una figura importante en los medios de comunicación, a veces más por su físico y atractivo que por su calidad como actriz o cualidades como persona.
¿Qué es el síndrome de Marilyn Monroe?
Para entender el síndrome de Marilyn Monroe es necesario comprender la vida de esta actriz, rodeada de glamour y apariencia, pero que en realidad llegó a vivir una soledad ensordecedora; su vida parecía pura felicidad y alegría, pero había un vacío que ocultaba provocado precisamente porque el mundo la idealizó hasta convertirla en una «figura decorativa» que luego fue etiquetada y así minimizada.
El síndrome de Marilyn Monroe, dice la psicóloga Valeria Sabater, se refiere a cualquier persona con cierto éxito social cuyo encanto, belleza, atractivo o habilidad (aquello por lo que destaca, por ejemplo, sea una habilidad o su profesión), que eclipsa todo lo demás, hasta el punto de convertirse sólo en aquello por lo que se le reconoce.
Esto crea etiquetas y aislamiento, porque se siente como si fueran valorados por nada más que una característica de su persona. Marilyn Monroe era conocida por su belleza, pero la gente quizá sólo se fijó en esto y dejó de mirar más allá de la etiqueta.
¿Cómo le afecta?
«El peligro de crear un papel para ganar admiración y ser siempre ese centro permanente de atención y deseo es que la propia identidad acaba marchitándose», dice Valeria Sabater y ejemplifica con la propia Marilyn Monroe.
Explica que la actriz finalmente comenzó a presentar una máscara al público, que sólo quería verla «feliz» para admirarla, pero fuera de foco, no era esa persona extrovertida que todos pensaban y su personalidad era bastante tímida, solitaria y reflexiva, pero se mostraba diferente al mundo, para cubrir esa expectativa de cómo la veían.
Así que la persona que sufre este síndrome, hace lo que sea para ser aceptada y querida, haciendo lo que los demás quieren y perdiendo su identidad e individualidad en el proceso. Pero la aprobación de los demás no lo es todo; el amor propio sí, aconseja y subraya Valeria Sabater, señalando que la única forma de salir del ciclo es romperlo y alimentar tu autoestima.